sábado, 7 de noviembre de 2009

Y qué es la verdad...

El trazar nítidas líneas divisorias entre buenos y malos, esquemas simplistas de interpretación, la polarización de la sociedad, conduce a la minimización de la reflexión e, incluso, de la racionalidad. Los prejuicios son el marco de posturas extremas y actitudes fundamentalistas que desvalorizan no sólo las ideas sino al otro mismo, que es estigmatizado.
Un panorama de voces inconexas contribuye a la confusión, al desorden y a la imposibilidad de proyectar con coherencia. Dos discursos que no dialogan entre sí, monólogos que se autoalimentan; sólo se ve, escucha y lee lo que reafirma el partido tomado.
Dónde queda la verdad. Ésta como estímulo y acicate de la persona y de la sociedad desaparece del horizonte, interesa la defensa y victoria de la postura personal o del grupo de pertenencia, considerada con certeza absoluta. La afirmación de los postulados se mide en términos cuantitativos, lo decisivo es contar o formar parte del grupo más numeroso, aunque nadie se haya parado a verificarlo. La democracia como forma de toma de decisiones políticas se traslada, también, al ámbito de los principios, y el relativismo disuelve la escurridiza verdad.
La educación, cerrada y corta de miras, hace del ejercicio intelectual un adoctrinamiento con fines apologéticos. No hay espacio para una educación en libertad, a no ser que por libertad se entienda los márgenes del inquebrantable marco dado. El miedo, como seguridad, es el sentimiento rector.
El razonamiento se puede invertir. Una apuesta por una educación en libertad que estimule el localizar los mejores argumentos en disputa a fin de dialogar con ellos mediante el análisis y la revisión, no para afirmar ningún postulado sino para buscar la verdad, pues la propia posición siempre es revisable, gracias a la suficiente humildad y flexibilidad para reconocer el equívoco, en aras de una mayor madurez y profundidad. Los principios se afirman por sí mismos, a no ser que sean secundarios. La educación se abre y otea sin descanso el horizonte y, mediante una clara delimitación de los campos y una distinción de las ideas que, lejos de alinear, permiten ver la lógica del razonamiento, sin ambigüedades y emboscadas, fija metas. El rumbo no depende de buenos o malos, sino de un no uniforme nosotros, de honda reflexión y dinamismo creativo, que en valor las cualidades de todos, quiere surcar las dificultades sin prescindir de nadie.

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