domingo, 28 de febrero de 2010

LÍMITES

La capacidad de la técnica impulsada por el avance científico nos ofrece seguridad en muchos ámbitos. La seguridad es tal que parece que el hombre todo lo puede, no es más que cuestión de tiempo. Cada vez vivimos más años y con más calidad de vida. La confianza en el progreso ilimitado, como ocurriera en otras épocas, es parte del imaginario colectivo de nuestra sociedad. El afán de dominio impregna no sólo el campo material, también el moral. El hombre, en última instancia, es la palabra sobre todo.
Sin embargo, la naturaleza se revela una y otra vez contra la pretensión del hombre de ser absoluto, de no estar sujeto a nada. El tan traído cambio climático es prueba de ello. Los recientes terremotos son expresión más clara de nuestra limitación.
Los límites, bajo el punto de vista del progreso, son retos que llevar más allá. Pero los límites también son expresión de nuestro ser. El hombre es con límites. La ciencia, la técnica, no hacen más que trasladar las fronteras, ensanchar el espacio, pero los límites nos acompañarán siempre.
Lo lógico sería aceptar la condición de limitado. Contribuiría a dar paz, a tolerar la frustración; permitiría vivir de forma más plena. La libertad, el desarrollo de las propias capacidades, la construcción de la sociedad requieren de un marco en el que desenvolverse.
La no aceptación de la condición limitada del ser humano hace que, cuando acaecen desgracias como las vividas en Haití y en Chile, a las víctimas directas haya que añadir otras muchas, que sufren un choque moral que conmueve el sentido de sus vidas.
En estos días uno se encuentra con muchas personas que deambulan tocados por las limitaciones. Es una oportunidad para descubrir la propia naturaleza humana. Es, también, una ocasión para descubrir que el hombre no es la palabra sobre todo y que, quizá, los límites apuntan hacia otra Palabra.

domingo, 21 de febrero de 2010

La lágrimas de Tiger Woods

LAS LÁGRIMAS DE TIGER WOODS
El pasado viernes el golfista estadounidense Tiger Woods ofrecía una rueda de prensa. La comparecencia se hacía a petición del deportista. Éste, compungido, se mostraba arrepentido por la infidelidad a su esposa, explicaba su disposición a tratar de liberarse de su adición al sexo y pedía perdón por haber faltado al respeto y haber desilusionado, no sólo a su esposa, a sus seguidores y a todos en general.
En España muchos han alzado la voz para hablar sobre “la doble moral americana” o anglosajona. Mientras lo que se hace mal no salga a la luz no pasa nada, luego hay que pedir perdón; lo mismo ocurre con los políticos. Incluso no entendían cómo algún patrocinador había retirado su apoyo. Se arguye que cada uno haga en su vida privada lo que quiera, que lo importante es que juegue bien al golf.
Sin embargo, aquí, cuando ocurren sucesos personales de conocidos, lejos de permanecer en el anonimato como parece sugerir la condena del tener que salir a pedir perdón en público, se airean en distintos programas de medios de comunicación, que son masivamente consumidos por un buen número de españoles. No, no se juzga lo ocurrido (¿?), pero se vitupera a las personas hasta rayar en la falta del honor, cuando no a la mentira.
La diferencia no está, por tanto, en que haya doble moral; no necesitamos maestros. Está en que en el ámbito anglosajón comprenden las consecuencias que tiene para la sociedad la vida de las personas populares en tanto que modelos en los que se miran los ciudadanos, especialmente los niños y jóvenes. Woods podrá haber hecho mal, pero con su salida a la palestra ha vuelto a afirmar los valores compartidos que guían su sociedad, unos valores que están en el origen del país y que se creen como verdaderos. Los errores, los pecados, son acciones contrarias a dichos valores; no reafirmarlos es proponer otros, lo que rompe el marco común dado.
Los patrocinadores al retirar su apoyo al deportista pretenden evitar que sus productos se asocien a valores contrarios al ideal común. En este caso quieren que no los vinculen con la infidelidad, la falta a la palabra dada, etc.
Todos nos equivocamos, lo importante es no perder de vista cuáles son los valores últimos, que nos permitirán discernir el bien del mal. Lo contrario lleva a la confusión y a caer en aquello mismo que se critica. Si la doble moral no es deseable, menos aún es la doble moral y la confusión total. Quien es desordenada en su vida privada, probablemente también lo sea en la pública.