sábado, 7 de noviembre de 2009

Hasta los 18

La educación es un valor y un derecho humano. Las relaciones interpersonales vienen marcadas por el nivel educativo, pues en buena medida de éste depende el trabajo y la red de contactos. Pero hasta cuándo ha de durar la educación obligatoria.
En una sociedad cerrada, monótona y con un bajo ritmo de innovación en pocos años se adquiere el bagaje necesario para alcanzar la madurez necesaria para desempeñar una posición autónoma en la comunidad. Sin embargo, las sociedades occidentales hace tiempo que entraron en la modernidad, un proceso que se ha acelerado los últimos cincuenta años. Cada vez se requieren más habilidades y flexibilidad para hacer frente al vertiginoso ritmo actual, de manera que cualquier pinchazo puede hacer que uno pierda la estela del pelotón.
La medida de ampliar la educación obligatoria hasta los 18 años tiene como fin, entre otros muchos que se puedan señalar, el tratar de equipar a los adolescentes con un bagaje que les permita adaptarse con menor dificultad al mundo que se está construyendo.
Se podría escribir, sobre cómo articular esos dos años más, las consecuencias para la disciplina en las aulas, para las cifras de desempleo, consecuencias económicas, etc. Sin embargo, de esos elementos se han vertido diferentes opiniones. Quisiera señalar cómo el aumentar dos años más la educación obligatoria puede influir en la decisión a la hora de plantearse dejar los estudios.
El establecimiento de un fin oficial de la educación obligatoria puede predisponer, ante la perspectiva de un final lejano, a retrasar los planteamientos de abandono. Un estudiante que a los 12 años le pesa el aprendizaje no se sitúa igual ante su futuro si sabe que puede abandonar el colegio a los 14, a los 16 o a los 18 años de edad. Además, pasada la llamada “edad del pavo” se abre la posibilidad que aquellos que se han sentido más incómodos puedan optar por mantener una actitud más positiva ante los estudios. Pero esto que se observa en el ámbito personal ocurre también en el familiar y social, es más fácil tolerar que alguien no quiera estudiar a los 12 años si la educación obligatoria es hasta los 14 que si lo es hasta los 16.
La ampliación de dos años puede generar una conciencia social que favorezca una mayor formación. No obstante, esto no es el bálsamo de Fierabrás, es un instrumento más. Los cambios profundos hay que esperarlos de la implicación del conjunto de la comunidad educativa y no de acciones puntuales.

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